domingo, 3 de octubre de 2010

Lección 2- El trabajo en el Señor no es en vano


Definitivamente cuando trabajamos por el Señor y en el Señor nada es en vano, todo tiene su justo valor y su justa recompensa.
En esta lección analizamos muchos ejemplos de personas que realizan actos, que en aparecía son pequeños, pero en realidad son de gran trascendencia por sus efectos. En esta ocasión no hablamos de predicadores, profetas, jueves, lideres, hablamos de personas sencillas, que dispusieron su tiempo, fuerzas, recursos, inteligencia, creatividad, amor y fe, con el único propósito de servir. Y es esta la palabra clave, servicio.
En esta lección se pretende hacer reflexionar a todos los miembros de la Iglesia de Dios, para que valoremos todos y cada un de los “pequeños” trabajos que, localmente, realizan aquellos hermanos y hermanas que no están dentro del ministerio, y que por lo mismo no son personas de renombre. Como la lección nos dice, el trabajo que hacen ellos es un trabajo silencioso, pero no por eso no es valido, todo lo contrario tiene el mismo valor que el del ministro, diacono o director de cultos.
Recuerdo una parábola de mi Maestro, un patrón sale a buscar obreros para su villa, por la mañana y conviene con ellos el sueldo, al medio día sale nuevamente por obreros y convienen el pago, y así casi al terminar el día, nuevamente sale por obreros para el trabajo, al finalizar la jornada, a todos les paga exactamente lo mismo, sin importar si trabajaron todo el día, medio día o sólo unas horas del día, y tampoco si importar cual fue la labor especifica que los obreros desempeñaron, como todos trabajaron a todos se les pago lo mismo.
Eso hace nuestro Dios con nosotros, no importa la labor que desempeñemos ni el tiempo que estemos realizando esa labor, si somos auténticos obreros, el Señor nos recompensara exactamente igual a todos.
Como predicador de la palabra, en lo personal, esta lección me hace reflexionar en lo siguiente: Sí mi trabajo lo hago con autenticidad, con sinceridad, y sobre todo con el propósito de agradarle a mi Dios y a mi Señor, es tan valioso como el que realiza otro varón o mujer, que no están detrás del pulpito; porque al igual que yo, sí ese trabajo se hace con autenticidad, sinceridad y con el propósito de agradarle a Dios, y al Señor, los dos y todos lo que trabajamos así recibiremos nuestra gran recompensa.
Hermanos predicadores, valoremos el trabajo que hace la congregación y oremos para que nuestro Padre siga bendiciéndoles.

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