lunes, 12 de julio de 2010

Lección 3- Pablo predica en Damasco y Jerusalém


Comentario 1. Nuestro idioma, por su gramática, a veces tiene algunos detalles que pueden confundir el propósito de una frase, y así pareciese en el objetivo de esta lección, donde podría entenderse que a quien debemos demostrarle nuestra conversión es a nuestro Señor Jesucristo. Pero como repito es cosa únicamente de la gramática, así que para evitar esa ligera confusión me gustaría que el objetivo dijera más o menos así: Analizar la valentía y humildad que se requieren para demostrar que el Señor Jesucristo nos ha transformado.
Aunque por lo que comento más adelante, esa valentía y humildad son relativos.

Comentario 2. A la introducción.
Primer párrafo: La conversión es un proceso individual, lo lleva acabo nuestro Señor, en cada uno de nosotros, y cada caso es particular, nunca hay uno igual a otro. Por lo cual nadie puede ser ejemplo de nadie en cuanto a la conversión que el Señor nos da, lo que si es cierto es que cada conversión es muestra del amor que tiene Dios hacia el ser humano, como quiera que hayamos sido el Señor nos otorga su misericordia, y esta en nuestras posibilidades el aceptar esa bendición de Dios, lo cual hará que nuestra vida ahora si tenga un gran valor.

Segundo párrafo: Efectivamente al ser humano le cuesta trabajo demostrar una convicción, pero esto pasa cuando el ser humano no tiene la seguridad de quien es o de lo que es; cuando el ser humano sabe a la perfección lo que es, no le cuesta nada demostrar, que es y en lo que cree. Eso le pasa a todo aquel que Jesucristo le ha dado su conversión, porque es ahora cuando el Señor nos da la calidad de ser sus hijos, y nos da el valor (que es su sangre) para demostrar, cuando se requiere, que somos hijos de Dios. Incluso con aquellos que en algún momento formaban nuestro circulo de allegados.

Cuarto párrafo: Era normal que la iglesia desconfiara de Pablo; se había corrido la voz de que un judío, estaba asolando a la iglesia y al verlo en la congregación, le temieron. Pero al escucharlo se dieron cuenta de que lo que decía era congruente a la verdadera doctrina, y es que Pablo era guiado por el mismo espíritu que guía la iglesia y eso fue lo que hizo que se dieran cuenta del cambio en Pablo. …el espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios, para en seguida darle su apoyo incondicional e incluso protegerle la vida.

Reflexión: Cuando el ser humano es tocado por el Señor Jesucristo, y acepta la transformación que nos otorga, adquirimos un nuevo carácter, el de hijo de Dios; lo cual nos ayuda a superar cualquier circunstancia en nuestra vida, sabiendo que el Padre nos asistirá (de acuerdo a su voluntad) siempre.

Nota: La fotografía que vemos arriba nos muestra como es en la actualidad La Puerta de Damasco.

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